Bemoles
Es que esa mirada de perro triste me lastima
aún cuando los años me han enseñado que en casa ajena,
mejor no meterse sin invitación.
Pero soy curiosa, y me mata la idea de saberlo todo
de hurgar en los rincones de un corazón triste, solitario
con esa carga de bici desmontada, que va sin rumbo.
Y parece que nada fue antes de serlo
porque tanta cotidianeidad es capaz de borrarlo todo
porque he de saberlo rotúndo: No fue!
Y ahora pienso en los bemoles de sus manos
tan trémulas y silenciosas como su alma
de niño huérfano, de viajero errante.
Claro que quise darle luz de amaneceres,
pero ni las mejores intenciones cambian realidades
más soles y menos lunas, sonrisas y buena estrella.
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